Hoy es día de Don Bosco, el padre de los Salesianos, y como buena chica salesiana esta fecha me trajo muchos recuerdos, de la prepa obviamente. Don Bosco, como bien lo dice la canción que mil veces nos pusieron en la prepa, y que hoy curiosamente no puedo sacarme de la cabeza; fue "padre maestro y amigo". Ahora recuerdo a mis queridos maestros salesianos, y tal vez ninguno de ellos cumpla con las tres características, aún así los recuerdo y sé que cada uno de ellos me enseñó algo importante, ya sea con sus cualidades o con sus defectos. Por eso, aún cuando no me gusta hacer listas, decido dedicarles este pequeño espacio a mis maestros salesianos, el orden en el que aparecen es como recuerdo haberlos conocido, y si me falta alguno, acepto reclamos y con gusto los incluiré.
La loca de coro = aprendí que aún las locas consiguen trabajo.
Jonathan = aprendí que un examen de física podía llegar a ser divertido, y que si entendía la clase, podía dormirme en la siguiente.
Dulce María = aprendí que si nadie en el salón sabía la respuesta, yo debía hablar.
El prof. de dibujo = aprendí que de verdad me gusta dibujar.
Vero = aprendí que hacerles las tareas y exámenes a mis amigos les hace más daño que bien.
Fashion (o Richi, o Marín) = aprendí que un maestro puede hacer que sus alumnos le pongan atención si se viste adecuadamente. Y también aprendí que sí se pueden enmendar las desiciones.
La loca de inglés = aprendí a no ser tan neuras, o acabaría como ella.
Fabiola = aprendía que hay gente que puede hablar por horas sin decir algo que valga la pena.
Hershel = aprendí que hay gente necia con la que tendré que convivir, quiera o no.
Betancourt = aprendí que si un profesor confía en mi, no debo defraudarlo.
Arochi = aprendí que una cosa es saber mucho, y otra cosa es saber transmitirlo.
Alma = aprendí que jamás debo de renunciar a lo que me gusta, y que cuando se da todo por algo y se recibe un reconocimiento por el esfuerzo se tienen una de las mejores satisfacciones de la vida.
Cuando = aprendí que tengo talentos a los que les puedo sacar más provecho, y que todo en esta vida se paga.
Lalo = aprendí que sí hay profesores que olvidan que alguna vez fueron alumnos.
Charlie = aprendí que es distinto que la gente respete a alguien por cariño, a que la respeten por miedo. También aprendí a reirme de mí misma.
Víctor = aprendí que a veces aún cuando una persona se vea muy seria puede llegar a sonreír de repente.
Aydé = aprendí que no debo vestirme como si hubiese dormido en la casa de un hombre y que al día siguiente no encontré qué ponerme. También aprendí que estudiar no garantiza que terminarás haciendo algo bueno.
Rosy Valero = aprendí que las brujas sí existen.
Amaro = aprendí lo que son los "phrasal verbs". Ja! y también aprendí a jamás abandonar lo que me "apasiona", sin importar lo que diga la gente. Aprendí que las cosas no siempre resultan como uno quiere, pero no por eso quiere decir que resultaron mal. Aprendí que no es tan malo salir sin compañía, porque como una vez él mismo dijo: Que tal que en las escaleras del cine conoces al amor de tu vida.
Angie = aprendí que puedes dar todo de ti, y no necesariamente recibirás todo de las demás personas.
Medellín = aprendí a hablar bien, a defender a mis amigos, a saber lo que vale la pena escuchar y lo que no.
Kimikín = aprendí que sí hay profesores que entienden que su materia no me gusta.
Pachu = aprendí que un maestro mío, puede resultar ser el maestro de mis hijos. Y también que aún cuando copie en el examen de mis apuntes puedo llegar a sacar 5.
Edith Maldonado = aprendí que está bien quedarse dormido y comer en clase.
Manuel = aprendí que detesto hacer reportes de práctica.
Padre Chepe = aprendí que está bien cuestionar algunas cosas.
De la Paz = aprendí a cómo saber lo que está bien y lo que está mal, y que a veces las discusiones pueden llegar a unir a los amigos.
Lula = aprendí a predicar con el ejemplo.
Jaquelin = aprendí que la flojera es una enfermedad crónica.
Adriana = aprendí a insultar a la gente sin que se den cuenta.
Florián = aprendí a escuchar más atentamente, y que hay gente que no soporta las críticas.
Salmón = aprendí que me gusta debatir, y que la gente que es tonta a veces no sabe que es tonta y necesitan una ayudadita.
Falfán = aprendí que a determinada edad será conveniente que me retire de lo que sea a lo que llegue a dedicarme.
Nelly = aprendí que las drogas hacen daño.
Peralta = aprendí que las apariencias engañan.
Padre Hugarte = aprendí que la gente a veces es más profunda de lo que aparenta, que debo ser fuerte cuando un amigo me necesite, y que hay gente que sólo se dedica al chisme.
Jorge = aprendí que un loco que acepta parte de su locura es más divertido.
Hall = aprendí que hay genios incomprendidos.
Samarripa = aprendí que las clases en la cafetería son más divertidas.
Hay algunos maestros que sí considero llegaron a ser mis amigos, y a quienes aún les guardo mucho cariño, hay quienes sus nombres y sus caras vinieron a mi tan pronto como pensé en el salesiano, otros que me costó trabajo dar con su nombre, o que sus caras están como borrosas. Pero lo importante es que de cada uno de ellos aprendí algo que estoy segura me servirá en algún momento de la vida. Gracias y Feliz día de Don Bosco.
Rubén Darío
Un intelectual no encontrará en la tarea periodística sino una gimnasia que lo robustece. Rubén Darío
No soy intelectual ni periodista, pero sí creo que el ejercicio de redactar las ideas y ponerle palabras a los sentimientos ayuda a aclarar el pensamiento.
An intellectual will not find in the journalistic work but a gymnastic that strengthens. Ruben Dario
I am not an intellectual nor journalist, but I do believe the work of write down ideas and putting words to the feelings helps to clarify the thoughts.
No soy intelectual ni periodista, pero sí creo que el ejercicio de redactar las ideas y ponerle palabras a los sentimientos ayuda a aclarar el pensamiento.
An intellectual will not find in the journalistic work but a gymnastic that strengthens. Ruben Dario
I am not an intellectual nor journalist, but I do believe the work of write down ideas and putting words to the feelings helps to clarify the thoughts.
sábado, 31 de enero de 2009
viernes, 30 de enero de 2009
Hace cuatro años
Porque si recuerdo cómo terminó también recuerdo cómo empezó
Tal vez hoy no sea el día exacto, pero es la época la que me hace recordarte. Hace cuatro años empezamos a estar juntos y esos días son unos de los mejores recuerdos que tengo.
Todo empezó con la preparación del viaje, yo sabía que iba a estar contigo y eso me tenía bastante emocionada, preparé mi maleta mientras trataba de superar mi alergia por el Paracetamol (ese fue el día que me enteré que era alérgica). Al otro día estaba igual de emocionada, no nos tocó ir juntos en el camión, así que sólo esperaba que llegáramos para poder estar contigo. Llegamos y nos divertimos, jugamos y platicamos, estuvimos toda la tarde juntos. Y en la noche, salió la luna, una luna hermosa, totalmente llena, la vimos y la disfrutamos los dos juntos, no recuerdo una noche más estrellada que esa, los dos rodeados de un montón de árboles afuera de la cabaña, parados sobre el pasto, los dos juntos observando la luna. Creo que desde entonces te recuerdo cada que veo la luna (o tal vez desde antes).
Así estábamos, y no podía pensar en ningún otro lugar en el que quisiera estar más que contigo. Luego me besaste, fue muy rápido, casi tímido, no lo pensé ni dos segundos cuando te abracé y te besé, me había sorprendido que me besaras, pero más me sorprendió la rapidez con la que yo había hecho que ese beso tímido se convirtiera en un beso cargado de tantas ansias guardadas durante mucho tiempo. Y nos seguimos besando durante mucho tiempo, así, bajo la misma luna llena y la noche más estrellada que he visto, soportando algunas burlas de la gente que pasaba. Luego nos despedimos, yo estaba contenta, supongo que de haber dormido más tiempo habría soñado contigo; pero puedo estar segura que dormí con una sonrisa gracias a ti.
En la madrugada nos encontramos entre la multitud, la luna seguía llena y alumbraba todo el camino, te tomé de la mano y nos quedamos un rato así. En el primer descanso yo miré el cielo, vi una esterella fugaz, la primera y única estrella fugaz que había visto. Me pareció casi un sueño haberla visto junto contigo, y mi deseo fue: Que esto dure mucho.
No recuerdo haber pasado un día en el que haya pasado tanto tiempo tomada de la mano de alguien, si yo tropezaba tu me detenías, si tu resbalabas yo te ayudaba. Eramos un gran equipo. Lo he dicho y nunca dejaré de decirlo, ese fue uno de los días más entierrados, cansados y sudorosos que he pasado, pero no puedo quejarme, la compañía era la mejor que podía haber imaginado.
Llegué al final arrastrada por ti, y gracias a ti, cuando el cansancio me pesaba al máximo tú me recordabas que debíamos llegar hasta arriba para que te diera mi respuesta, aún cuando de antemano ya la conocías.
Cuando bajamos nos quedamos dormidos en el pasto, fue la primera vez que compartimos el sueño, tomando tu mano y muy cerca de ti.
Y ya han pasado cuatro años, y casi parece un crimen que el día de hoy no se vea la luna por ningún lado, aún así yo recuerdo la luna de ese día, y la estrella fugaz, y a ti, y a tu mano y todo lo que significó ese día. Sólo queda decirte que si quieres olvidar los buenos momentos que pasamos etonces yo los recordaré por los dos.
Tal vez hoy no sea el día exacto, pero es la época la que me hace recordarte. Hace cuatro años empezamos a estar juntos y esos días son unos de los mejores recuerdos que tengo.
Todo empezó con la preparación del viaje, yo sabía que iba a estar contigo y eso me tenía bastante emocionada, preparé mi maleta mientras trataba de superar mi alergia por el Paracetamol (ese fue el día que me enteré que era alérgica). Al otro día estaba igual de emocionada, no nos tocó ir juntos en el camión, así que sólo esperaba que llegáramos para poder estar contigo. Llegamos y nos divertimos, jugamos y platicamos, estuvimos toda la tarde juntos. Y en la noche, salió la luna, una luna hermosa, totalmente llena, la vimos y la disfrutamos los dos juntos, no recuerdo una noche más estrellada que esa, los dos rodeados de un montón de árboles afuera de la cabaña, parados sobre el pasto, los dos juntos observando la luna. Creo que desde entonces te recuerdo cada que veo la luna (o tal vez desde antes).
Así estábamos, y no podía pensar en ningún otro lugar en el que quisiera estar más que contigo. Luego me besaste, fue muy rápido, casi tímido, no lo pensé ni dos segundos cuando te abracé y te besé, me había sorprendido que me besaras, pero más me sorprendió la rapidez con la que yo había hecho que ese beso tímido se convirtiera en un beso cargado de tantas ansias guardadas durante mucho tiempo. Y nos seguimos besando durante mucho tiempo, así, bajo la misma luna llena y la noche más estrellada que he visto, soportando algunas burlas de la gente que pasaba. Luego nos despedimos, yo estaba contenta, supongo que de haber dormido más tiempo habría soñado contigo; pero puedo estar segura que dormí con una sonrisa gracias a ti.
En la madrugada nos encontramos entre la multitud, la luna seguía llena y alumbraba todo el camino, te tomé de la mano y nos quedamos un rato así. En el primer descanso yo miré el cielo, vi una esterella fugaz, la primera y única estrella fugaz que había visto. Me pareció casi un sueño haberla visto junto contigo, y mi deseo fue: Que esto dure mucho.
No recuerdo haber pasado un día en el que haya pasado tanto tiempo tomada de la mano de alguien, si yo tropezaba tu me detenías, si tu resbalabas yo te ayudaba. Eramos un gran equipo. Lo he dicho y nunca dejaré de decirlo, ese fue uno de los días más entierrados, cansados y sudorosos que he pasado, pero no puedo quejarme, la compañía era la mejor que podía haber imaginado.
Llegué al final arrastrada por ti, y gracias a ti, cuando el cansancio me pesaba al máximo tú me recordabas que debíamos llegar hasta arriba para que te diera mi respuesta, aún cuando de antemano ya la conocías.
Cuando bajamos nos quedamos dormidos en el pasto, fue la primera vez que compartimos el sueño, tomando tu mano y muy cerca de ti.
Y ya han pasado cuatro años, y casi parece un crimen que el día de hoy no se vea la luna por ningún lado, aún así yo recuerdo la luna de ese día, y la estrella fugaz, y a ti, y a tu mano y todo lo que significó ese día. Sólo queda decirte que si quieres olvidar los buenos momentos que pasamos etonces yo los recordaré por los dos.
sábado, 24 de enero de 2009
De viaje en el metro 2
El otro día entré al metro, no llevaba prisa, había quedado de ver a alguien sin especificar hora, así que podía llegar cuando yo quisiera y disfrutar de mi paseo sin tener que empujar gente ni desesperarme por la lentitud del tren (¿?)
Había mucha gente, sólo viajaría 3 estaciones, así que no me importó subirme al vagón a pesar de que no hubiera lugar para sentarse. El metro avanzó las tres estaciones que yo necesitaba me bajé y caminé hacia la salida, de pronto... BUUUMMM
Me di la vuelta y vi que el metro se había quedado sin luz, la gente adentro de los vagones estaba bastante apretujada; pero nadie se movía, me detuve a ver el espectáculo con una gran sonrisa en mi cara. El chofer del metro se bajó y empezó a hablar con otra persona, mientras que alguien parecía tratar de arreglar la falta de energía. Hacía calor, aún así la gente apachurrada no se movía, las puertas del metro estaban abiertas, y la situación iba a durar un rato, la gente no se atrevía a salirse de los vagones, tanta es la histeria de no querer perder un lugar, y la gente que estaba parada sólo asomaba sus curiosas cabezas tratando de ver qué sucedía.
Me divertí mucho, aunque supe que si yo hubiese estado adentro del vagón esperando llegar pronto a algún lugar no me habría reído tanto como lo estaba haciendo. Saqué mi celular y tomé dos fotos, pude ver como la gente me maldecía, yo disfrutaba de la situación mientras toda esa gente (más de 1000 personas estoy segura) apretujada y acalorada en el metro esperaban que la situación de arreglara pronto. Me alegré al pensar que se había descopuesto justo después de haberme dejado en la estación que yo necesitaba y supuse que no debía desperdiciar el valioso tiempo que la casualidad de la vida me había regalado, después de darle un última mirada me di la vuelta y empecé a caminar, unos pasos después escuché que el metro volvía a tener energía,
sonreí.
lunes, 19 de enero de 2009
Hace dos años
Contrario a lo que mucha gente cercana a mi piensa, hace justamente dos años me separé de una persona que llegué a amar. Y hoy dándome cuenta de que ya habían pasado dos años de aquello me sorprendí mucho. Así que supongo que esto va dedicado a esa persona, aún cuando tal vez nunca llegue a leerlo.
Hace cuatro años no sabía que esta fecha llegaría a tener significado alguno, hace tres años estaba feliz sin pensar en lo que pasaría al siguiente año. Hace un año me di cuenta de lo rápido que pasa el tiempo, y hoy decido recordar lo de hace dos años.
Lo que más recuerdo es el momento justo de la despedida, la discusión previa y el resto de ese día son borrosos, lo que importa es el momento de la despedida.
-Bueno... pues vete
-Tú primero.
-No, tú.
-Yo no puedo irme.
-Me voy yo entonces.
Y me di la vuelta, entré al local que estaba frente a nosotros, había un enorme aparador que reflejaba la calle, te vi y se me llenaron los ojos de lágrimas, saludé a quien atendía, fueron segundos, vi de nuevo el reflejo y te busqué... ya no estabas. En un arranque de desesperación y más como un impulso salí a la calle, mire a un lado y a otro, no te vi y corrí tratándo de encontrarte, de decirte que regresaras, pero esa vez realmente te habías ido. Desde entonces el recuerdo de ese momento siempre me ha parecido casi como una película, yo parada en la calle en medio de un mar de gente, buscándote por todos lados, sin encontrarte.
Aún extraño cómo nos llevábamos, nuestros chistes, nuestras andanzas, nuestros dicharachos, nuestras tardes. Las extraño como a cualquier otro recuerdo de una buena época que ya se fué. Es difícil decir que te sigo extrañando, a ti. Pero si algo es seguro es que te recuerdo, y te recuerdo bien.
Hace cuatro años no sabía que esta fecha llegaría a tener significado alguno, hace tres años estaba feliz sin pensar en lo que pasaría al siguiente año. Hace un año me di cuenta de lo rápido que pasa el tiempo, y hoy decido recordar lo de hace dos años.
Lo que más recuerdo es el momento justo de la despedida, la discusión previa y el resto de ese día son borrosos, lo que importa es el momento de la despedida.
-Bueno... pues vete
-Tú primero.
-No, tú.
-Yo no puedo irme.
-Me voy yo entonces.
Y me di la vuelta, entré al local que estaba frente a nosotros, había un enorme aparador que reflejaba la calle, te vi y se me llenaron los ojos de lágrimas, saludé a quien atendía, fueron segundos, vi de nuevo el reflejo y te busqué... ya no estabas. En un arranque de desesperación y más como un impulso salí a la calle, mire a un lado y a otro, no te vi y corrí tratándo de encontrarte, de decirte que regresaras, pero esa vez realmente te habías ido. Desde entonces el recuerdo de ese momento siempre me ha parecido casi como una película, yo parada en la calle en medio de un mar de gente, buscándote por todos lados, sin encontrarte.
Aún extraño cómo nos llevábamos, nuestros chistes, nuestras andanzas, nuestros dicharachos, nuestras tardes. Las extraño como a cualquier otro recuerdo de una buena época que ya se fué. Es difícil decir que te sigo extrañando, a ti. Pero si algo es seguro es que te recuerdo, y te recuerdo bien.
miércoles, 14 de enero de 2009
Tu chamarra a cuadros
Porque vi una chamarra que me trajo recuerdos
Abrí los ojos después de haber estado un rato disfrutando del sol en mi cara y el aire, lo cual mantenía una temperatura ideal, escuchaba a gente platicar y sentía el pasto en mis manos mientras me incorporaba, fue cuando vi tu chamarra. Al principio me pareció un truco de la vista, y me concentré por si acaso me equivocaba, pero no... ahí estaba tu chamarra, sólo tu chamarra, tú no. Mi reacción fue fjarme quién era la persona que la traía puesta, no se parecía en nada a ti, y lo primero que pensé fue en cómo alguien podía tener el mismo mal gusto tuyo como para haberse comprado una chamarra tan fea. Una chamarra color diarrea con cuadros grises. Y entonces empecé a recordar...
Esa chamarra era tu favorita, acordarme de ella significa acordarme de ti y viceversa, cuando te recuerdo siempre traes puesta esa chamarra. Es la misma chamarra que traías el día que te hablé por primera vez, cuando noté tu existencia y me di cuenta de que podías llegar a caerme bien. La traías puesta la primera vez que nos reímos a carcajadas y que empecé a confiar en ti. La traías la primera vez que te abracé y que te dije: te quiero. Fue la misma chamarra que me prestaste el día que tenía frío, y que luego me quedé por un tiempo, abrazándola y recuperando tu olor. La usaste el primer día que nos besamos, y también el día que traicionaste mi confianza. La traías puesta el día que me gritaste y que te grité, cuando te dije que te fueras y que no quería saber ya nada de ti, cuando me apretaste, me empujaste y me lastimaste... cuando dejé de quererte.
Volver a ver tu chamarra y no verte a ti me hizo darme cuenta de que hay algo que detesto más que a ti y a tu recuerdo... tu estúpida chamarra a cuadros.
Abrí los ojos después de haber estado un rato disfrutando del sol en mi cara y el aire, lo cual mantenía una temperatura ideal, escuchaba a gente platicar y sentía el pasto en mis manos mientras me incorporaba, fue cuando vi tu chamarra. Al principio me pareció un truco de la vista, y me concentré por si acaso me equivocaba, pero no... ahí estaba tu chamarra, sólo tu chamarra, tú no. Mi reacción fue fjarme quién era la persona que la traía puesta, no se parecía en nada a ti, y lo primero que pensé fue en cómo alguien podía tener el mismo mal gusto tuyo como para haberse comprado una chamarra tan fea. Una chamarra color diarrea con cuadros grises. Y entonces empecé a recordar...
Esa chamarra era tu favorita, acordarme de ella significa acordarme de ti y viceversa, cuando te recuerdo siempre traes puesta esa chamarra. Es la misma chamarra que traías el día que te hablé por primera vez, cuando noté tu existencia y me di cuenta de que podías llegar a caerme bien. La traías puesta la primera vez que nos reímos a carcajadas y que empecé a confiar en ti. La traías la primera vez que te abracé y que te dije: te quiero. Fue la misma chamarra que me prestaste el día que tenía frío, y que luego me quedé por un tiempo, abrazándola y recuperando tu olor. La usaste el primer día que nos besamos, y también el día que traicionaste mi confianza. La traías puesta el día que me gritaste y que te grité, cuando te dije que te fueras y que no quería saber ya nada de ti, cuando me apretaste, me empujaste y me lastimaste... cuando dejé de quererte.
Volver a ver tu chamarra y no verte a ti me hizo darme cuenta de que hay algo que detesto más que a ti y a tu recuerdo... tu estúpida chamarra a cuadros.
martes, 13 de enero de 2009
De viaje en el metro
El metro puede que sea el transporte más utilizado, el más grande y el más barato que existe en la Ciudad de México, aunque estoy abierta a correcciones ya que esta afirmación se basa en meras observaciones y ningún cálculo; y podría llenar mil páginas con lo que dentro de los nueve vagoncitos, de un sólo tren (¿?), sucede en un sólo día.
Me ha tocado ver de todo, y cada situación tiene su magia y su encanto (sí, me encanta ver gente); pero algo en especial el día de hoy llamó mi atención: los limosneros.
Hago la aclaración de que los limosneros NO son la gente que se sube cantando, o los que venden discos, lápices, pilas, películas, tic tacs, pines, o lo que sea que se les ocurra; son la gente que únicamente da un papel, siempre con la misma historia:
Pido ayuda a usted ya que no tengo quien me la de y como vengo de la zona mas pobre de Puebla no tengo para comer solo una moneda que no afecte su economia y disculpe las molestias.
Así son todos los papelitos, sin buena redacción ni acentos; pero eso sí, están hechos a computadora y cada papelito es de un color distinto. ¿acaso todos los limosneros vienen de Puebla? ¿habrá quien se trague ese cuento? ¿porqué demonios todos los que dan papelitos cuentan la misma historia? ¿y porqué dan papelitos? ¿ya hasta les da flojera hablar o qué? ¿porqué si tuvieron el interés en hacer sus papelitos a computadora, no se fijaron en ponerle acentos?
Otros limosneros son los que dan una estampita a la fuerza, poniéndo sus mugrosas manos (sí, aunque se escuche cruel me dan asco las manos de la gente de la calle) en la ropa de la gente, y después esperan una moneda a cambio.
Hay quienes dicen poesía, hay quienes cuentan una historia trágica, otros se tiran en un montón de vidrios rotos con la espalda desnuda, y luego presumiéndola ensangrentada quieren dinero.
No me molesta la gente que vende, al fin y al cabo está tratando de ganarse el pan, tampoco los que cantan con todo y su guitarra o demás intrumentos, porque debo reconocer que hay quienes lo hacen bien; si no los que no hacen NADA, y hasta me ha tocado que me la mienten o que me hagan caras sólo porque no les doy dinero.
Hoy cuando me subí al metro a la una de la tarde se suben dos chamacos dando estampitas a la fuerza, uno me puso sus negras manos (de mugre) en mi suéter, mientras el otro cantaba una canción que no alcancé a entender, se veía que estaba en un gran viaje y el pensar que si les daba mi dinero iban a comprarse sabrá Dios que tipo de cochinada para drogarse me hizo ser egoísta y regresarles su estampita inútil, lo cual implicó volver a tocar sus asquerosas manos. Vuelvo a subirme al metro a las 4:30, se subió un escuincle son sus dichosos papelitos, se lo regresé sin darle nada, otras personas sí le dieron. Me bajé sin remordimiento alguno, después vuelvo a subirme al metro a las 9 de la noche, y me topo con el mismo escuincle repartiendo los papelitos. No niego que me dolió verlo, y saber que llevaba toda la tarde haciendo lo mismo, y seguramente toda la mañana también; pero recordé también a los dos chamacos súper drogados con sus estampitas y me repetí lo que muchas veces ya he pensado: darles dinero les hace más daño que bien.
Sé que son niños, sé que tal vez no tienen la culpa de estar donde están, sé que ningún niño tendría porqué pasarse la vida repartiendo papelitos en el metro, sé que tal vez la sociedad es quien los ha orillado a drogarse. Pero el origen de los papelitos sigue y seguirá siendo muy sospechoso para mí, y en cuanto a las estampitas... que mejor se pongan a vender algo.
Me ha tocado ver de todo, y cada situación tiene su magia y su encanto (sí, me encanta ver gente); pero algo en especial el día de hoy llamó mi atención: los limosneros.
Hago la aclaración de que los limosneros NO son la gente que se sube cantando, o los que venden discos, lápices, pilas, películas, tic tacs, pines, o lo que sea que se les ocurra; son la gente que únicamente da un papel, siempre con la misma historia:
Pido ayuda a usted ya que no tengo quien me la de y como vengo de la zona mas pobre de Puebla no tengo para comer solo una moneda que no afecte su economia y disculpe las molestias.
Así son todos los papelitos, sin buena redacción ni acentos; pero eso sí, están hechos a computadora y cada papelito es de un color distinto. ¿acaso todos los limosneros vienen de Puebla? ¿habrá quien se trague ese cuento? ¿porqué demonios todos los que dan papelitos cuentan la misma historia? ¿y porqué dan papelitos? ¿ya hasta les da flojera hablar o qué? ¿porqué si tuvieron el interés en hacer sus papelitos a computadora, no se fijaron en ponerle acentos?
Otros limosneros son los que dan una estampita a la fuerza, poniéndo sus mugrosas manos (sí, aunque se escuche cruel me dan asco las manos de la gente de la calle) en la ropa de la gente, y después esperan una moneda a cambio.
Hay quienes dicen poesía, hay quienes cuentan una historia trágica, otros se tiran en un montón de vidrios rotos con la espalda desnuda, y luego presumiéndola ensangrentada quieren dinero.
No me molesta la gente que vende, al fin y al cabo está tratando de ganarse el pan, tampoco los que cantan con todo y su guitarra o demás intrumentos, porque debo reconocer que hay quienes lo hacen bien; si no los que no hacen NADA, y hasta me ha tocado que me la mienten o que me hagan caras sólo porque no les doy dinero.
Hoy cuando me subí al metro a la una de la tarde se suben dos chamacos dando estampitas a la fuerza, uno me puso sus negras manos (de mugre) en mi suéter, mientras el otro cantaba una canción que no alcancé a entender, se veía que estaba en un gran viaje y el pensar que si les daba mi dinero iban a comprarse sabrá Dios que tipo de cochinada para drogarse me hizo ser egoísta y regresarles su estampita inútil, lo cual implicó volver a tocar sus asquerosas manos. Vuelvo a subirme al metro a las 4:30, se subió un escuincle son sus dichosos papelitos, se lo regresé sin darle nada, otras personas sí le dieron. Me bajé sin remordimiento alguno, después vuelvo a subirme al metro a las 9 de la noche, y me topo con el mismo escuincle repartiendo los papelitos. No niego que me dolió verlo, y saber que llevaba toda la tarde haciendo lo mismo, y seguramente toda la mañana también; pero recordé también a los dos chamacos súper drogados con sus estampitas y me repetí lo que muchas veces ya he pensado: darles dinero les hace más daño que bien.
Sé que son niños, sé que tal vez no tienen la culpa de estar donde están, sé que ningún niño tendría porqué pasarse la vida repartiendo papelitos en el metro, sé que tal vez la sociedad es quien los ha orillado a drogarse. Pero el origen de los papelitos sigue y seguirá siendo muy sospechoso para mí, y en cuanto a las estampitas... que mejor se pongan a vender algo.
jueves, 8 de enero de 2009
Discusiones
No me considero una persona contradictoria, no me gusta hablar con la gente si sé que lo que diré no será escuchado, y tampoco me gusta que me digan un montón de cosas que no me interesan, si no quiero escuchar lo haré notorio, y por lo general la gente inteligente se termina callando, la tonta... bueno...
Sé que hay personas que piensan MUY distinto a mi, sé que hay un mundo en cada cabeza y por lo tanto es imposible que me encuentre con alguien que acepte todo lo que yo digo; pero hay personas con las que difiero más que con otras. Si bien eso es lo bonito de esta vida: saber que en cada persona puedes encontrar una opinión distinta y aprender de esas personas, también a veces es muy frustrante que la gente no piense del mismo modo.
Hay personas con las que siempre estoy discutiendo, hay otras con las que discuto sólo de un tema, hay con quienes sé que tengo diferencias, pero evito discutir, otras con las que discuto y me doy cuenta que es inútil seguir con el tema y otras con las que de cualquier forma la discusión siempre vuelve al inicio.
Una buena discusión tiende a veces a parecerse mucho a una pelea, con palabras fuertes, quejas, acusaciones, voz elevada y una que otra risa esporádica; pero siempre se tiene la seguridad de que la otra persona no tomará muy a pecho lo que se dice en la discusión, porque si bien se tiene la confianza para decir cosas que duelen, es porque la relación entre las dos personas es lo suficientemente fuerte como para no quebrarse por una discusión, sea el tema que sea.
¿Pero que tal si la discusión es entre más personas? que tal unas 4, donde tres tienen casi el mismo punto de vista y sólo una difiere. Sin duda es más difícil discutir mientras más personas sean, y dependiendo el tema, la discusión puede volverse más interesante, apasionada o escandalosa; y es más difícil saber si las personas involucradas tienen tan presente como uno mismo la seguridad de que sólo es eso: una discusión, que no por lo que se diga cambiará la perspectiva que se tiene de una persona.
Todo esto va relacionado con la discusión de ayer, y me gustaría dejar algo claro: Yo no me enojo, no por cualquier cosa, tengo cierta incapacidad para enojarme con la gente (cosa que creo deberían haber notado dado el tema de la discusión). La gente con la que me he enojado, desde que comprendí la importancia de mantener a la gente que me importa a un lado de mi (sí, que me importa, no necesariamente que le importe), puedo contarla con los dedos de una sola mano: cuatro, a dos les volví a hablar, a dos no. Y por eso me gustaría que la gente con la que a veces discuto supiera que pueden tener la confianza suficiente de decir o hacer las cosas que quieran, no que me digan: pues lo hice para que no te enojaras, o: yo mejor no digo nada porque te enojas.
Una discusión es eso y nadamás, pero si no se dice todo lo que se piensa y no se llega a una verdadera conclusión (cosas parecidas a: como tu quieras, como veas; no cuentan), entonces no tiene mucho caso discutir, y entonces sí: en discusiones inútiles, es más inteligente el que se queda callado.
Quiero pensar que ayer sí se llegó a una conclusión, quiero pensar que de verdad no les importa lo que pueda pasar después, mis ideas a cerca de eso ya las descifraré después. Espero que quede claro que no me enojé, que sé que cada quien tiene un punto de vista distinto, por mi parte ya decidí. Ojalá que no se pierda la confianza para futuras discusiones, que estoy segura que surgirán.
Sé que hay personas que piensan MUY distinto a mi, sé que hay un mundo en cada cabeza y por lo tanto es imposible que me encuentre con alguien que acepte todo lo que yo digo; pero hay personas con las que difiero más que con otras. Si bien eso es lo bonito de esta vida: saber que en cada persona puedes encontrar una opinión distinta y aprender de esas personas, también a veces es muy frustrante que la gente no piense del mismo modo.
Hay personas con las que siempre estoy discutiendo, hay otras con las que discuto sólo de un tema, hay con quienes sé que tengo diferencias, pero evito discutir, otras con las que discuto y me doy cuenta que es inútil seguir con el tema y otras con las que de cualquier forma la discusión siempre vuelve al inicio.
Una buena discusión tiende a veces a parecerse mucho a una pelea, con palabras fuertes, quejas, acusaciones, voz elevada y una que otra risa esporádica; pero siempre se tiene la seguridad de que la otra persona no tomará muy a pecho lo que se dice en la discusión, porque si bien se tiene la confianza para decir cosas que duelen, es porque la relación entre las dos personas es lo suficientemente fuerte como para no quebrarse por una discusión, sea el tema que sea.
¿Pero que tal si la discusión es entre más personas? que tal unas 4, donde tres tienen casi el mismo punto de vista y sólo una difiere. Sin duda es más difícil discutir mientras más personas sean, y dependiendo el tema, la discusión puede volverse más interesante, apasionada o escandalosa; y es más difícil saber si las personas involucradas tienen tan presente como uno mismo la seguridad de que sólo es eso: una discusión, que no por lo que se diga cambiará la perspectiva que se tiene de una persona.
Todo esto va relacionado con la discusión de ayer, y me gustaría dejar algo claro: Yo no me enojo, no por cualquier cosa, tengo cierta incapacidad para enojarme con la gente (cosa que creo deberían haber notado dado el tema de la discusión). La gente con la que me he enojado, desde que comprendí la importancia de mantener a la gente que me importa a un lado de mi (sí, que me importa, no necesariamente que le importe), puedo contarla con los dedos de una sola mano: cuatro, a dos les volví a hablar, a dos no. Y por eso me gustaría que la gente con la que a veces discuto supiera que pueden tener la confianza suficiente de decir o hacer las cosas que quieran, no que me digan: pues lo hice para que no te enojaras, o: yo mejor no digo nada porque te enojas.
Una discusión es eso y nadamás, pero si no se dice todo lo que se piensa y no se llega a una verdadera conclusión (cosas parecidas a: como tu quieras, como veas; no cuentan), entonces no tiene mucho caso discutir, y entonces sí: en discusiones inútiles, es más inteligente el que se queda callado.
Quiero pensar que ayer sí se llegó a una conclusión, quiero pensar que de verdad no les importa lo que pueda pasar después, mis ideas a cerca de eso ya las descifraré después. Espero que quede claro que no me enojé, que sé que cada quien tiene un punto de vista distinto, por mi parte ya decidí. Ojalá que no se pierda la confianza para futuras discusiones, que estoy segura que surgirán.
lunes, 5 de enero de 2009
Empezando el 2009
Me uno a la locura de los blogs, una idea que ya había curzado mi cabeza; pero que en realidad no la había llevado a cabo, hasta hoy.
No tiene nada de especial comenzar esto el día de hoy, ni el hecho de que sea un día antes de día de reyes, y tampoco es un propósito de año nuevo, lo único que sucedió hoy es que pasé el suficiente tiempo frente a la computadora leyendo blogs ajenos como para al fin decidirme a empezar el mío, casi con la única finalidad de dejar un poco de las cosas que a veces me cruzan por la cabeza y que no siempre comparto con alguien, no es apropósito, sólo pasa; y también, como soy amante de recordar las cosas, con la idea de tener un registro de todo eso, ya sean manías, locuras, aficiones, enojos, y demás. Además de compartirlos con la gente que ya sea por ocio, curiosidad o simple casualidad de la vida llegue a dar a este blog.
Y ya aprovechando la entrada trataré de desmarañar las ideas que el inicio de año ha traído junto con el ya conocido consumismo y gastos de todo tipo.
Si algo es seguro es que este no fue el mejor inicio de año que he tenido, de hecho el año pasado resultó tan mal en varios aspectos, en otros no tanto; que no me he atrevido a realizar mi ya acostumbrado resumen o recuento al acabar el año, por miedo a darme cuenta de que en realidad las cosas malas superaron por mucho a las buenas. Aún así conservo la esperanza de que no por tener un mal inicio de año eso signifique que el resto del año sea así, tengo 365 días, bueno... ya son 360 para hacer que este año opaque por completo el pasado, de cosas buenas claro está. Y aunque estoy en contra de olvidar, si quisiera que los buenos recuerdos del 2008 fueran los únicos que se quedaran en mi memoria.
No tengo ánimos, ni fuerza, ni ganas de hacer nada; pero las mismas cosas que han pasado me recuerdan que el tiempo es indefinido, y aunque por todos lados se escucha que "hay que vivir cada momento como si fuera el último" a veces se necesita que algo grande suceda para entender el valor de esa frase. Al menos Yo-ya entendí, y aunque no tengo ni la más mínima idea de qué es lo que tengo que hacer para sentirme otra vez bien sé que debo hacer algo lo más pronto posible. Por ahora estoy intentando de todo, cambiando el espacio que me rodea, haciéndome de algunos buenos hábitos que nunca he podido mantener, viendo nuevas cosas y proponiéndome aprender otras tantas, a ver qué resulta, al menos así podré tener la idea de que lo estoy intentando.
No tiene nada de especial comenzar esto el día de hoy, ni el hecho de que sea un día antes de día de reyes, y tampoco es un propósito de año nuevo, lo único que sucedió hoy es que pasé el suficiente tiempo frente a la computadora leyendo blogs ajenos como para al fin decidirme a empezar el mío, casi con la única finalidad de dejar un poco de las cosas que a veces me cruzan por la cabeza y que no siempre comparto con alguien, no es apropósito, sólo pasa; y también, como soy amante de recordar las cosas, con la idea de tener un registro de todo eso, ya sean manías, locuras, aficiones, enojos, y demás. Además de compartirlos con la gente que ya sea por ocio, curiosidad o simple casualidad de la vida llegue a dar a este blog.
Y ya aprovechando la entrada trataré de desmarañar las ideas que el inicio de año ha traído junto con el ya conocido consumismo y gastos de todo tipo.
Si algo es seguro es que este no fue el mejor inicio de año que he tenido, de hecho el año pasado resultó tan mal en varios aspectos, en otros no tanto; que no me he atrevido a realizar mi ya acostumbrado resumen o recuento al acabar el año, por miedo a darme cuenta de que en realidad las cosas malas superaron por mucho a las buenas. Aún así conservo la esperanza de que no por tener un mal inicio de año eso signifique que el resto del año sea así, tengo 365 días, bueno... ya son 360 para hacer que este año opaque por completo el pasado, de cosas buenas claro está. Y aunque estoy en contra de olvidar, si quisiera que los buenos recuerdos del 2008 fueran los únicos que se quedaran en mi memoria.
No tengo ánimos, ni fuerza, ni ganas de hacer nada; pero las mismas cosas que han pasado me recuerdan que el tiempo es indefinido, y aunque por todos lados se escucha que "hay que vivir cada momento como si fuera el último" a veces se necesita que algo grande suceda para entender el valor de esa frase. Al menos Yo-ya entendí, y aunque no tengo ni la más mínima idea de qué es lo que tengo que hacer para sentirme otra vez bien sé que debo hacer algo lo más pronto posible. Por ahora estoy intentando de todo, cambiando el espacio que me rodea, haciéndome de algunos buenos hábitos que nunca he podido mantener, viendo nuevas cosas y proponiéndome aprender otras tantas, a ver qué resulta, al menos así podré tener la idea de que lo estoy intentando.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)