Hoy me desperté sin abrir los ojos, sentí todo mi
cuerpo y comencé a pensar con todo mi corazón…
Quiero abrir los ojos y descubrir que estoy en mi cama,
viendo la cortina de mi cuarto y cómo la luz se cuela por el espacio entre ella
y la pared. Quiero ver la silueta del desorden de mi restirador, de la lámpara
y de mi lap, contra la luz. Quiero darme la vuelta y mirar mi pequeño tocador,
con mi cuna de Moisés floreando, quiero ver mi closet, y el montón de planos
que tengo guardados. Quiero mirar los focos del techo, y reírme por el hecho de
que uno de ellos está eternamente fundido. Quiero estirar los pies sintiendo
los libros que leí la noche anterior y que siempre dejo a los pies de mi cama.
Quiero ver mi librero, tan lleno de papeles que siempre me prometo que
terminaré de ordenar y de leer, quiero ver las fotos y los recuerdos que
revueltos con el polvo y otras tantas cosas se mezclan. Quiero ver la foto que
me regaló Lucía donde salimos Dona, Lari y yo pegada en mi puerta, y que
siempre está despegada de una esquina. Quiero escuchar a mi mamá preguntarme
que cómo amanecí mientras entra a buscar su ropa en los cajones y escuchar el
roce de la madera, escuchar a mi hermana dar su eterno saludo de buenos días,
su agudo grito de ¡vampiro! Quiero escuchar a mi papá llegar en el coche con
las compras de la despensa para saltar de pronto de la cama para vestirme y
salir a ayudar a sacar las cosas del coche. Quiero desayunar sintiéndome en
casa, tomar mi celular y teclear: vas a hacer algo en específico hoy? Nos
vemos? Te quiero! Y enviar ese corto pero conciso mensaje a las personas que
tanto extraño y que tanto quiero. Eso es lo que quiero, lo que quiero con toda
el alma, y me lo repito tantas veces como puedo mientras un tanto temerosa abro
los ojos, y descubro que lo que tengo frente a mi es el espejo del cuarto del
departamento, la luz tan rara de Santiago entrando por la ventana eternamente
abierta, para tener siempre presente el cielo de esta ciudad. Veo el reloj del
microondas desde la puerta, recordándome que debo prepararme el desayuno y
lavar los trastes, que debo lavar mi ropa y sacar la basura, que tengo que ir
por la despensa, y que además debe darme tiempo para hacer tarea. Cierro los
ojos de nuevo y me digo: pero querías irte de intercambio ¿no?
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