En nuestro
tour por el salar ocurrió un evento muy curioso, y muy bonito, que no puedo
dejar de mencionar y describir con tanto detalle como pueda recordar, son de
esas cosas mágicas que pasan en la vida y que uno no puede permitirse olvidar.
Para contar
bien la historia me remonto al tiempo que pasamos en San Pedro de Atacama,
donde llegó al hostal donde nos encontrábamos hospedadas un japonés que apenas
y hablaba español, y su inglés tenía ese acento japonés que hace que sea un
poco complicado entenderle, a pesar de eso, pasamos unas cuantas horas
platicando en el cuarto que compartíamos (el cuarto del hostal era para 5
personas). Kohei (nombre del japonés) se encontraba de viaje por el mundo, y
tenía planeada la misma ruta que nosotras para llegar a Machu Picchu, sólo que
él tenía mucho más tiempo, así que haría más paradas a lo largo del viaje.
Cuando dejamos
San Pedro de Atacama y partimos a Uyuni nos lo encontramos de nuevo, y en Uyuni
tomamos el mismo tour por el salar. Kohei era un japonés muy agradable, y
aunque yo era la única con la que realmente podía entablar una conversación,
hicimos un tour muy agradable donde, como en la mayoría de los tours, todo
mundo termina siendo amigo de todos.
En el tour del
salar, hicimos una parada para comer, y mientras nos preparaban la comida en un
pequeño pueblito perdido a mitad del salar, nosotros dábamos un paseo y nos
divertíamos persiguiendo y tomándole fotos a una llama.
En eso
estábamos cuando se acercó una niña, no tendría más de 7 años, y le causó tal
impresión ver a Kohei que terminó acercándosele, él comenzó a jugar con ella,
tomándole fotos y luego enseñándoselas. Después de un rato la niña lo tomaba de
la mano y lo llevaba de un lado a otro en el pueblito donde estábamos.
Kohei no
hablaba español, la niña mucho menos iba a entender inglés, sin embargo ahí
estaban los dos, entendiéndose a sonrisas y señas, en risas y bromas. ¿Qué
importa el idioma y las diferencias culturales cuando una sonrisa lo dice todo?
¿Qué importa la nacionalidad si la inocencia de un niño es universal? ¿Qué
importan las diferencias económicas que puedan existir cuando en un juego las
reglas son las mismas para todos?
Yo no podía
quitarles la mirada a aquellos dos pequeños amigos, incapaces de conocer datos
concretos uno del otro, sin saber sus nombres ni su edad, pero eran amigos,
felices, inseparables por esos momentos, que bien pudieron haber durado sólo
unos minutos, pero en la memoria se quedan para siempre.
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