Rubén Darío

Un intelectual no encontrará en la tarea periodística sino una gimnasia que lo robustece. Rubén Darío
No soy intelectual ni periodista, pero sí creo que el ejercicio de redactar las ideas y ponerle palabras a los sentimientos ayuda a aclarar el pensamiento.
An intellectual will not find in the journalistic work but a gymnastic that strengthens. Ruben Dario
I am not an intellectual nor journalist, but I do believe the work of write down ideas and putting words to the feelings helps to clarify the thoughts.

martes, 1 de noviembre de 2011

Diarios de un viaje: Calama



Ciudad tan sin chiste. Me resulta un tanto molesto el hecho de que la ciudad que menos me gustó en todo el gran recorrido fuera la ciudad por la que tuvimos que pasar tres veces. La primera llena de desconcierto y necesidad de un plan para no arruinar un viaje que estaba pobremente planeado y que tenía muchas trazas de terminar en el fracaso, la segunda con un poco de frustración por saber que era un lugar donde no tendríamos mucho qué hacer pero tendríamos que pasar más tiempo del esperado resguardadas en el lugar que nos deparara el destino, y la tercera llena de cansancio y desesperación por regresar pronto a casa a tomar un baño y descansar.En Calama no hay nada, quien no haya ido no se pierde absolutamente de nada, ¡nada! Da lo mismo mirar el pasto crecer que caminar por sus calles, tan aburrida toda, tan sin nada interesante que mirar, salvo el desierto que se extiende más allá de los límites del pueblucho.

Me quejo de Calama, por no tener más que un aeropuerto y un Jumbo, donde efectivamente vimos más cosas y pasamos más tiempo que en todo Calama; pero no me quejo de la gente, que siempre se mostró gustosa de ayudarnos y de brindar información del lugar en que habitaban lleno de nada y tan falto de todo; y que me sorprendió con sus brazos tan abiertos y su disposición para recibir a dos extranjeras (que apenas y se conocían) de dos continentes distintos, e ignorantes de cómo realizar un viaje solas por un país que apenas y conocemos.
El aeropuerto está lejos de la ciudad, así que para ir a ella uno debe pagar un taxi que cobra al menos 5 lukas (unos $140 mexicanos), para encontrarse luego con que no existe una terminal de autobuses, sino que cada compañía tiene su propia terminal, así que preguntar por los distintos horarios de salidas se convierte en un vaivén por calles donde nada interesante es capaz de distraer la vista.
Las noches y las mañanas son tan frías, que se podría uno quedar congelado si no se está abrigado del aire que azota con todas sus fuerzas, como enojado también por ser un lugar tan fome. Y las tardes son calurosas, tan calurosas como puede ser una tarde en el desierto, donde si uno no encuentra una sombra rápido puede terminar deshidratado, por no mencionar las quemaduras en la piel para aquellos que son sensibles a los rayos del sol.
Calama es fome, como un caracol, como un pez estúpido, como el peor de los discursos del peor profesor de la peor materia en un día caluroso. Entre menos tiempo se pase ahí, mejor. Y lo más interesante que se puede hacer es salir de ahí, rumbo a San Pedro de Atacama, Uyuni o Santiago, pero salir de ahí.

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