Rubén Darío

Un intelectual no encontrará en la tarea periodística sino una gimnasia que lo robustece. Rubén Darío
No soy intelectual ni periodista, pero sí creo que el ejercicio de redactar las ideas y ponerle palabras a los sentimientos ayuda a aclarar el pensamiento.
An intellectual will not find in the journalistic work but a gymnastic that strengthens. Ruben Dario
I am not an intellectual nor journalist, but I do believe the work of write down ideas and putting words to the feelings helps to clarify the thoughts.

martes, 15 de febrero de 2011

Odio el teléfono

Durante alrededor de 10 años el teléfono fue el aparatito que sonó a mi lado cada día, cada semana, cada mes, cada año. Azares del destino me llevaron a ser la "contestadora" de mi casa.
Era yo a quien le daban los recados, la que excusaba a mi hermana y mi mamá cuando no querían atender una llamada, la que debía anotar quién había llamado a qué hora y si pedía que se le devolviera la llamada o si iba a llamar de nuevo. Fui yo quien se tuvo que inventar mil pretextos de porqué mi hermana no estaba en la casa cuando le llamaban, cuando en realidad lo único que sucedía es que estaba echándola sabroso y sin querer contestar, tuve que atender llamadas para mi mamá y tomar cautelosa nota de lo que decían, porque si no luego se enojaba, y hasta tuve que recordar si buscaban a mi papá de quién sabe qué banco para ofrecerle quién sabe qué tantas más cosas. El resultado: Odio el teléfono.
En mi casa se acostumbraron tanto a que era yo la encargada de responder a ese sonido, que nadie movía un sólo músculo mientras el aparatito hacía su estruendo en mi cuarto, mientras yo, tratando de dormir, descansar, escuchar música o simplemente desconectarme del mundo o lo que fuera, estaba obligada a atender la llamada, porque si no... nadie lo hacía, y además se molestaban conmigo por no haber contestado sólo porque: soy la que está más cerca del teléfono. Después no importaba si yo me encontraba al otro extremo del lugar donde el chunche del demonio sonaba, nadie en mi casa era capaz de atender el odioso llamado. Lo peor de todo es que la mayoría de las llamadas ni siquiera eran para mi. Mi alergia a tener un aparato tan molesto pegado a mi oreja por más de 5min, hizo que pocas personas encontraran agradable el llamarme y mantener extensas conversaciones conmigo, así que mis llamadas eran cortas y concisas.
Así era mi vida de "secretaria" en mi casa, hasta que un día decidí ponerme en huelga. No importaba cuántas veces sonaba el teléfono, yo no contestaba, y muchas veces llegué a bajarle el volumen para que el molesto ruidito no fuera perceptible a mis oídos. Después de que en mi casa se molestaron unas cuantas veces por no haber atendido el teléfono, llegaron a la hermosa solución de sacar el teléfono de mi cuarto, acción que tomó 1 año en llevarse a cabo, mientras el odio hacia el susodicho cachibache se iba acrecentando en mi corazoncito.
Hoy el teléfono salió de mi cuarto para nunca más volver (espero yo), sin embargo el odio que día a día fue creciendo dentro de mi, dudo que desaparezca así como así.
Honestamente me choca hablar por teléfono, me choca el sonidito que hace cuando llaman, me choca que no se le entienda a la gente, me choca que la oreja se me caliente, me choca no verle la cara a la persona con la que estoy platicando, me chocan los silencios que se hacen vía telefónica, me chocan las interferencias, los números equivocados, las promociones, la gente que habla sólo porque no tenía otra cosa qué hacer y pretende sacarme la plática (aunque reconozco que hay llamadas que he llegado a agradecer), pero en general mantener una plática de más de 10min hace que me dé sueño, son pocas las llamadas largas que realmente he disfrutado.
Odio el teléfono, lo odio como sólo una secretaria a la fuerza y sin sueldo puede odiarlo. Lo odio tanto!!! Y realmente no creo que alguien alguna vez comprenda lo mucho que lo odio.

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